Increíble pero cierto. El jueves 9 de febrero se conoce la sentencia del Tribunal Supremo contra Baltasar Garzón. El hombre que inculpó a Pinochet está desde hoy inhabilitado para ejercer durante once años. La sentencia implica el fin definitivo de su carrera como juez. Garzón ha sido condenado además a una multa de 6 euros al día durante 14 meses.
Por más que se pone uno a leer artículos de prensa sobre el tema, e intenta ser objetivo y comprender el problema, no se llega sino a la conclusión de que este juez, es sin lugar a dudas la última víctima del franquismo y la primera del Caso Gürtel.
¿El fín no justifica los medios porque el hombre está hecho para la ley?
Acabamos de presenciar como un héroe social es derribado por una derecha asustada, aterrorizada, por el efecto dominó que esta investigación estaba desatando. Está claro que la acusación no comparte que la ley fue hecha para el hombre y no el hombre para la ley, y de este modo se ha apoyado en pequeños detalles hasta crear una bola de nieve que poder arrojar; si en la investigación llevada a cabo por Garzón hay algunas irregularidades, éstas deberían ser irrelevantes al valorar el fín del asunto, ni más ni menos que juzgar los crímenes del franquismo.
Pero, ante la sorpresa de la mayoría de los españoles, el asesinato y desaparición de más de 114.000 personas ha perdido el pulso contra la palabra «prevaricación«. Sabemos que esto no detendrá a Baltasar Garzón a seguir luchando por los derechos humanos, si bien no como juez, como figura pública, cada vez más apreciada. Y es que, como si de un Sócrates se tratase, a pasado de ser un héroe a ser un mártir, y todo gracias a sus enemigos, los amigos de la corrupción.
Baltasar Garzón ha hecho público un comunicado como respuesta a la sentencia. En él asegura que se le condena de «forma injusta y predeterminada». (Leer el comunicado completo )