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Los Chicos Cupido de Kylie

Cupid Boy es uno de los temas del álbum Aphrodite, de Kylie Minogue, publicado en el 2010. A pesar de que en el vídeo clip oficial vemos a la cantante exhibiendo su cuerpo constantemente, en el show en directo de la gira Aphrodite World Tour del 2011, ocurre algo diferente y muy motivador:  los que seducen con  sus cuerpos expuestos de curvas perfectas son ellos, los fabulosos bailarines. Kylie aparece como una diva bajando las escaleras, con un vestido steam punk/burlesque que le deja muy poco al descubierto, y es ayudada por un grupo de esculturales bailarines vestidos sólo con un sexy slip negro, unas botas y un sombrero. El modelo catalán Andrés Velencoso, con el que Kylie tuvo una relación, aparece en las proyecciones del fondo.

La temática del álbum y del show está obviamente basada en la cultura y mitología griegas: además de la alusión a Afrodita y Cupido, la estructura principal del escenario está inspirada en el Partenón y la vestimenta y accesorios relacionados se van cambiando durante el repertorio del concierto.

A continuación el espectáculo en directo de Cupid Boy.

Adonis, Dios de la Belleza y el Deseo

Adonis, dios de la belleza y el deseo en la mitología griega, es un personaje con antecedentes semíticos noroccidentales, siendo figura central en varias religiones mistéricas. Su religión pertenecía a la mujer. La muerte de Adonis se desarrolló plenamente en el círculo de jóvenes en torno a la poetisa Safo de la isla de Lesbos, alrededor de 600 aC, como se revela en un fragmento de la poesía de Safo.

Adonis es una de las figuras más complejas de la época clásica. Ha tenido múltiples roles, y  ha habido  a través de los siglos muchos estudiosos interesados en su significado y propósito en las creencias religiosas griegas. Dios de la vegetación, siempre joven, que renace cada año; una deidad de vida-muerte-renacimiento, cuya naturaleza está ligada al calendario. Su nombre se usa a menudo en los tiempos modernos para denominar a los jóvenes apuestos, de los cuales él es el arquetipo. Adonis es referido a menudo como el dios mortal de la belleza.

 Adonis – Ἄδωνις en griego- es una variación de la  palabra semítica Adonai, que significa «señor», y es también uno de los nombres utilizados para referirse a Dios (אֲדֹנָי) en la Biblia hebrea, de forma continuada desde el  judaísmo hasta  hoy. El sirio Adonis está estrechamente relacionado con el Gauas chipriota o Aos, el egipcio Osiris, el semítico Tamuz y Baal Hadad, el etrusco Atunis  y el Attis frigio,  los cuales son todos deidades del renacimiento y  la vegetación.

El nacimiento de Adonis está envuelto de confusión para los que necesitan una única versión autorizada. Los decididamente patriarcales helenos buscaron un padre, y lo encontraron en Biblos y Chipre, fieles indicadores de la dirección desde la que procedía su culto. Walter Burkert cuestiona si Adonis no habría llegado desde el mismo principio a Grecia con Afrodita (Burkert 1985, p.177).

Existen varias versiones del nacimiento de Adonis:

La más comúnmente aceptada es que Afrodita instó a Mirra a cometer incesto con su padre, Tías, rey de Esmirna o Siria (lo que ayuda a confirmar la zona de origen de Adonis). La niñera de Mirra ayudó con el plan, y Mirra se unió con su padre en la oscuridad. Cuando Tías descubrió al fin este engaño gracias a una lámpara de aceite, montó en cólera y persiguió a su hija con un cuchillo. Mirra huyó de su padre y Afrodita la transformó en un árbol de mirra. Cuando Tías disparó una flecha al árbol (o cuando un verraco usó sus colmillos contra la corteza del mismo) Adonis nació de él.

Apolodoro (Biblioteca iii.182) consideraba que Adonis era el hijo de Cíniras, rey de Pafos (Chipre), y Metarme.

Hesíodo, en un fragmento, creía que Adonis era hijo de Fénix y Alfesibea.

Cuando Adonis nació, era un bebé tan hermoso que Afrodita quedó hechizada por su belleza, así que lo encerró en un cofre y se lo dio a Perséfone para que lo guardara, pero cuando ésta descubrió el tesoro que guardaba quedó también encantada por su belleza sobrenatural y rehusó devolverlo. La disputa entre las dos diosas fue resuelta por Zeus (o Calíope, según las versiones), quien decidió que Adonis pasase cuatro meses con Afrodita, cuatro con Perséfone y los cuatro restantes del año con quien quisiera. Adonis sin embargo prefería vivir con Afrodita, pasando también con ella los cuatro meses sobre los que tenía control. La versión más detallada y literaria de la historia de Adonis se encuentra en el libro X de las Metamorfosis de Ovidio.

Adonis murió destrozado por los colmillos de un jabalí enviado por Artemisa como represalia por la implicación de Afrodita en la muerte de Hipólito. Otras versiones cuentan que el jabalí era el celoso amante transformado de Afrodita, Ares. Afrodita roció néctar sobre su cuerpo, de forma que cada gota de su sangre se convirtió en una flor roja llamada anémona. Cuando Afrodita corrió a socorrerle se hirió con unas zarzas y sus gotas de sangre se transformaron en unas flores parecidas a las rosas que se llamaron «adonis».

Al morir, el río Adonis (actual Nahr Ibrahim), que nacía del monte Líbano en la Siria costera, corrió rojo según Luciano (cap. 6-9), quien atribuye el color a la sedimentación, pero añade que «sin embargo, hay algunos habitantes de Biblos que dicen que Osiris de Egipto yace enterrado entre ellos, y que el luto y las ceremonias se hacen en honor de Osiris y no de Adonis». Ciertamente hay muchos paralelismos con el mito de Osiris, encajonado en un ataúd y encerrado en el árbol del que surgió.

Las Adonias

Las Adonias eran fiestas que se celebraban en la antigüedad en honor de Afrodita y Adonis. Eran guardadas con gran solemnidad entre griegos, egipcios y otras culturas helenizadas.

Duraban dos días y eran celebradas exclusivamente por mujeres. El primer día llevaban por las calles estatuas de Adonis dispuestas como cadáveres, realizando todos los ritos propios de los funerales, golpeándose y gritando lamentos, en imitación de los lloros de Afrodita por la muerte de su amado. El mito de Adonis, muerto por un jabalí y posteriormente resucitado, representa el ciclo anual de la vegetación. Las Adonias eran un ritual fúnebre en el que se celebraba la muerte del Dios y su posterior resurrección.

En el tiempo de las Adonias (junio o julio) las mujeres plantaban jardines de Adonis en canastas y tiestos planos, formados por trigo, cebada, lechuga, hinojo y otras plantas de germinación rápida, que dejaban en los tejados de las casas. Las imágenes en vasijas griegas muestran a las mujeres llevando estos pequeños jardines escaleras arriba hasta los tejados. Cuidadas por las mujeres, que las regaban a diario, las plantas crecían velozmente, pero también morían rápidamente debido a sus raíces poco profundas. Al final del octavo día los jardines se arrojaban al mar o a un río, a veces junto con una imagen del fallecido Adonis.

La Grecia Antigua y La Exaltación del Cuerpo Masculino

La representación del cuerpo es un instinto básico del ser humano, y no fueron los griegos, entre los pueblos de la antigüedad, los únicos en representar el cuerpo humano como un objeto hermoso y lleno de significados. Además, igual que en la sociedad actual, en el mundo antiguo el cuerpo de cada persona servía como medio para expresar valores personales y colectivos -riqueza, condición social, clan, género y conformidad o discrepancia- mediante el ropaje, las joyas, los tatuajes, perforaciones y otros métodos para alterar el físico. Pero en ningún otro lugar se dedicó mayor atención al cuerpo como en la Grecia antigua, tanto en el arte como en la vida cotidiana, ni hay ninguna otra civilización donde sea más ostensible el gusto por la desnudez.

En el lenguaje pictórico del antiguo Egipto y de las antiguas civilizaciones de Medio Oriente, el desnudo masculino aparece en los cultos y en contextos específicos como la representación de artesanos o de actos bélicos y sus consecuencias. En la guerra, simboliza el sometimiento o la muerte del vencido. Sin embargo, en el arte griego, y desde siempre, suele ser el héroe triunfador el que aparece desnudo o con alguna pieza de armadura pero con los genitales a la vista, lo que añade un interés al homoerotismo griego. En las escenas de batalla, la desnudez se hace recurso normativo para diferenciar a los guerreros griegos de sus enemigos, en particular los persas, para quienes la desnudez era vergonzosa. De hecho, es tal la presencia de la desnudez en el arte griego de cada periodo que cabría pensar que era normal para hombres y muchachos ir sin vestimenta. Pero la desnudez en público no era norma ni en la guerra, ni mucho menos en la vida cotidiana, sobre todo cuando concurrían ambos sexos. Cuando no había mujeres era normal que los atletas anduvieran desnudos por la escuela de lucha ( palestra) y en el gimnasio, palabra que, de hecho, deriva del vocablo griego gymnos que significa “desvestido”.

Otro contexto en que la desnudez masculina era norma era el symposium, una modalidad griega de fiesta masculina bastante peculiar en la que todos estaban desnudos, bebían vino, cantaban y tenían relaciones sexuales con muchachos y cortesanas.

Para los hombres y muchachos de las clases dirigentes de la antigua Grecia el logro de la areté o “excelencia” iba íntimamente relacionado con el honor. Antes del advenimiento de la democracia y en gran medida durante la misma, el logro de estas dos cualidades era prerrogativa de los hijos de “buena familia”. Honor y excelencia tenían que lograrse, naturalmente, perfeccionando el buen aspecto físico e involucrándose en relaciones sentimentales adecuadas, destacando el armamento para luchar en defensa de la ciudad y, en caso necesario, sucumbir en el campo de batalla con una “muerte hermosa” (kalos thánatos).

En el siglo VI a.C., el concepto de virtud masculina se condensaba en un prototipo de estatua llamada kouros, lite-ralmente “mancebo”, cuya forma básica y proporciones aritméticamente calculadas eran herencia de Egipto,donde una representación escultórica típica era la efigie del varón de pie con faldellín, cabeza y tronco acordes con la simetría frontal,brazos estirados sobre los costados y piernas separadas con el peso sobre la pierna de atrás. El kouros griego era un maniquí compuesto por los elementos intrínsecos de la virilidad ideal: fuerza, rasgos fuertes y regulares, pelo largo peinado, hombros anchos, bíceps y pectorales desarrollados, cintura avispada, vientre plano, cesura marcada entre torso y  vientre, y nalgas y muslos potentes. La satisfacción de haber logrado la areté se reflejabaen la sonrisa arcaica que anima el rostro que, por lo demás carece de expresión.

Hacia finales del siglo VI a.C. los kouroi van perdiendo progresivamente la rigidez de formas angulosas de sus predecesores y acusan un floreciente naturalismo. En algunos ejemplares tardíos es como si hubiera dentro del kouros una figura animada que lucha por liberarse. La estatua de mármol llamada “Efebo de Kritios” marca un notable distanciamiento del genuino esquema del Kouros como representación de la figura humana. Es un cambio sencillo pero magistralmente logrado.

En el diálogo “Cármides” de Platón, del 432 a.C., Sócrates acaba de regresar del servicio militar y se apresura a llegar a la escuela de lucha de Taureas, donde le presentan a Cármides que es kalos kai agathos, es decir, “hermoso y de buen corazón”. Cármides es el modelo de Atenas y lo sigue por doquier una cohorte de admiradores. “Nadie se fijaba en nada y sólo le miraban a él como si fuese una estatua” (agalma). Querefonte pregunta a Sócrates si Cármides le parece bello y Sócrates responde que sí, y Querefonte añade que si Cármides se desvistiera sería como si no tuviera rostro (aprosopos), tan perfecta es la belleza de su cuerpo. La escultura griega de aquella época poseía concretamente el atractivo de reducir la personalidad humana a un prototipo que trasciende la belleza individual para proyectar una especie de canon gráfico de la belleza en sí. Cármides, a ojos de Sócrates, era aún más deseable porque, a pesar de ser objeto de tanta atención, no había en su comportamiento nada que la suscitara, salvo un gracioso rubor propio de su edad que le hacía aún más irresistible por su encanto y sofrosyne, cualidad que podría traducirse por “templanza”. En la apología sobre la naturaleza de la sofrosyne que sigue en boca de Sócrates en el diálogo con Cármides, éste señala otro atractivo del carácter perfecto del joven: el don del aidos, la “modestia natural”.

En la primera época del cristianismo, una vez aso-ciado el triunfo de Cristo a la mortificación de la carne del ser humano, cualquier objetoque enalteciera el cuerpo corría peligro, a menos que fuera susceptible de ser reinterpretado dentro de la iconografía cristiana. Así, la estatua cultual de Deméter en la ciudad deCnido de la costa occidental de la actual Turquía, fue reidentificada como la Virgen, conservándose por ello notablemente intacta, mientras que otras bellas esculturas, de las que sólo nos han llegado fragmentos, fueron destrozadas y arrojadas a hornos para hacer cal para mortero.

La estatuaria de bronce era aún más proclive a la fundición para su reutilización enuna época en que aquellas obras se apreciaban más por su peso en metal que por su valorartístico. Así se han perdido casi todas las estatuas grandes de bronce de la Grecia clásica. Sólo en ocasiones el mar nos devuelve sus despojos con el afortunado descubrimiento de una obra de arte hundida en un naufragio, como es el caso de los bronces de Riace del siglo V a.C., hallados en el mar de Calaria. Estos dos jóvenes guerreros, desnudos y barbudos, que alguna vez estuvieran armados con escudo y casco, no desvían modesta mente la mirada como el efebo de Westmacott, sino que parecen conminar con la atracción fatal de su desnuda virilidad cargada de una amenaza de violencia, de agresión sexual, o ambas cosas.

Por mucho que los romanos admiraran el arte griego, éste no representa más que unaparte de todo el humanismo intelectual de la herencia de Grecia. En arte, arquitectura, teatro, filosofía y ciencia, la experiencia griega fue la primera configuración formal de los conceptos occidentales sobre lo humano. La escultura griega irradia vitalidad pero trasciende al mismo tiempo la mera imitación de la naturaleza para dar forma a la ideación en obras de belleza eterna. Es, por una parte, su humanismo y por otra su idealismo lo que caracteriza la representación griega del ser humano.

El hermoso cuerpo del Atleta

Las primeras representaciones del cuerpo masculino son esquemáticas y enfatizan los elementos esenciales de la virilidad. Más tarde, el atleta desnudo se convirtió en uno de los numerosos tipos de representación del cuerpo masculino. Otro tipo fue el físico blando y afeminado de los dioses Apolo y Dioniso. Creció, además, el interés por la diversidad física del ser humano y por el retrato individual con carácter.

Los griegos de la antigüedad consideraban el atletismo parte fundamental de la educación y trataban el cuidado del cuerpo y mantenerse en forma como una obligación social. El atletismo era una modalidad de entrenamiento para la guerra, y casi todos los ciudadanos varones podían ser llamados a filas para luchar en defensa de su ciudad-estado. La perfección física externa se consideraba, además, reflejo de rectitud moral. Mantener un buen físico era señal de valor interior. Los atletas se entrenaban y competían desnudos, y para una cultura que fomentaba la admiración sexual de los jóvenes por parte de los hombres mayores, el gimnasio y la competencia eran puntos de encuentro. Un atleta victorioso obtenía casi condición heroica, su nombre perduraba después de su muerte y su victoria solía conmemorarse mediante una oda encomiástica o con una estatua.

Las imágenes abiertamente sexuales eran comunes en el arte griego y aparecen en una gran variedad de objetos, incluidos los de uso cotidiano. Las escenas de actos sexuales aparecen en copas de cerámica y ciertas vasijas utilizadas para beber en reuniones (symposia). Las imágenes reflejan su condición de auténticas fiestas sólo para varones en las que se contrataba a mujeres para diversión y relaciones sexuales. Estas escenas sexuales en la cerámica griega pintada incluyen relaciones entre hombres jóvenes y mayores, ya que, en un marco formal de convenciones, tal relación se consideraba parte del desarrollo normal del muchacho.

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